ONG Vida Animal

“Debemos realizar una acción trascendente para que la gente comience a reconocernos como los adalides de la defensa de la vida animal.” Había sido la frase de Cecilia fundadora y presidenta de nuestra ONG en aquella reunión extraordinaria.
El punto era que debíamos de alguna forma llegar al gran público para lograr más adherentes a nuestro movimiento y de esa manera solventar los gastos que exigía nuestro funcionamiento.
Las reuniones en casa de Cecilia se estaban tornando comprometedoras. A pesar de que ya hacía un tiempo que teníamos cortadas las relaciones con su padre (dueño de un conocido Frigorífico y Matadero), el hecho de reunirse en la barbacoa de su casa nos daba una imagen negativa. Ya Madelón que estudiaba Marketing en la universidad católica nos lo había sugerido en una reunión anterior y ella misma propuso la idea de comprar una casa, sin salirnos de los límites de Carrasco para evitar excesivos gastos de locomoción y poder seguir operando.
Pero para ello necesitábamos más adherentes y para lograrlos debíamos dar el golpe de efecto.
Claro que no era nuestra primera operación, hacía un tiempo nos habíamos ido de campamento a Soriano en semana santa y haciendo uso de cornetas compradas en la puerta del estadio Centenario habíamos logrado espantar a los jabalíes para evitar que los cazadores los exterminaran, esto había sido un buen golpe de publicidad (debido al color de las cornetas se nos denominó “los ecologistas peñarolenses” ) y habíamos logrado unos 50 nuevos colaboradores en nuestra página WEB lo que a 10 dólares por cápita nos aumentaba en U$S 500 nuestros ingresos mensuales.
Aquello, como ya fue dicho, nos había dado cierta publicidad (buena y mala porque como siempre sucede no faltaron los detractores que alegaron que el jabalí era una plaga, que no era autóctono, que mataba los chanchos padrillos y otra sarta de cosas como si el pobre jabalí no fuera un débil representante del reino que nosotros defendíamos), pero bueno, había llegado el momento de dar el gran salto.
Cuando Pedro, dueño de una cerrajería que funcionaba en el supermercado del barrio, se decidió a asociarse a nuestra ONG “Vida Animal”, no le vimos en principio más utilidad que un nuevo ingreso, pero cuando Malena en un brain storm tiró la idea de rescatar a los animales del zoológico de Villa Dolores, nos dimos cuenta de que Pedro pasaba a ser la pieza clave del operativo.
Lo primero fue trabajar para modificar sus hábitos alimenticios, ya que él se negaba a ser Ovo-lácteo-vegetariano lo cual no era un impedimento para ser socio (Juan que estudiaba Ciencias Económicas fue el que con mucho criterio nos hizo ver que a los adherentes se les pide plata y no cualidades morales) pero sí era condición sine qua non para pertenecer a nuestra “unidad de operaciones”.
Pedro propuso ampliar el rango de alimentos, incluyendo aunque sea las hamburguesas, alegando que, en definitiva, las que venden en los carros de la calle nadie sabe bien de que están hechas. La idea no era mala pero se chocaba con que la denominación podía ser muy extensa, ovo-lácteo- hamburguívoro- vegetarianos, sonaba además algo raro. Finalmente optamos por hacer una excepción con Pedro el cual fundamentaría su necesidad de consumir carne mediante certificado médico y con la salvedad expresa de que se trataba de animales que habían sido bien tratados durante su vida y no estaban en peligro de extinción.
También Madelón dijo que era importante ir creando suspenso y expectativa en el público, así fue que un tiempo antes de la fecha fijada para el operativo, una noche encapuchados y munidos de pintura negra en spray anunciamos en el propio muro del zoo nuestras intenciones grafittando: “oso polar, te vamos a rescatar”
Por fin llegó el gran día, aquella noche nos encontró vestidos con nuestras remeras con la inscripción “Esto es Vida Animal” idea de José que estudiaba para publicista.
La idea del slogan al final no fue buena ya que, en otro momento y en forma artera, nuestros enemigos de la ONG “Rottweillers sin Fronteras” lo utilizaron agregando una coma después de la palabra vida y publicaron unas fotos de nuestra presidenta tomando sol en la playa durante una convención que se realizo en las Galápagos donde se discutían acciones concretas para evitar la extinción del Ornitorrinco, pero ese es otro tema.
Volviendo a la noche de marras, nuestra unidad de operaciones se dirigió al zoo en la Mitsubishi Montero 4X4 del papá de Cecilia cargada con escaleras y algunos elementos de alpinismo que aportó Lucas que nos serían fundamentales para escalar el muro, y también por supuesto Pedro con su valija de cerrajero que nos permitiría abrir las jaulas y darle a los animales la tan ansiada libertad.
Todo fue saliendo tal cual estaba planeado, primero entramos al zoológico saltando el muro y luego fuimos alimentando a todos los animales carnívoros con medias reses que Cecilia había obtenido de su padre haciéndole creer que había abandonado sus convicciones alimenticias y lo festejaría con sus amigos en un gran asado. Lo de la carne había sido una exigencia de Pedro que quería que los animales estuvieran con el estómago lleno para evitar que, antes de disfrutar de la tan ansiada libertad, decidieran disfrutar una suculenta cena con lo primero que tuvieran a mano (o sea: un cerrajero abriendo la puerta de sus jaulas) y a nosotros nos pareció muy atinado.
Pedro fue abriendo una a una las jaulas para después escapar tan sigilosamente como habíamos entrado. Luego nuestro cerrajero completaría su faena abriendo el portón principal de la calle Rivera al mismo tiempo que nosotros hacíamos explotar fuegos artificiales en la calle posterior, con el doble propósito de publicitar a todas luces nuestra acción y por otro lado asustar a los animales para que se dirigieran hacia la salida abierta.
Al día siguiente éramos noticia en todos los informativos, que leían nuestra proclama. Algunos - obviamente sobornados por las empresas que lucran con el sufrimiento de los pobres integrantes del reino animal - destacaban en ella solamente pequeñas faltas de ortografía como por ejemplo Cautiberio con b larga u Hornito Rinco, las cuales escaparon a nuestro control - Lucía las había hecho esa misma noche en su computador que tiene desactivada la opción de ortografía y gramática .
Otros – sin duda movidos por el sentimiento antiecologista que campea en nuestro país desde el tema de Botnia – se ensañaron con nuestro movimiento por algunas cosas que no salieron bien como el destrozo realizado por las focas en el mercado del Puertito del Buceo o el hecho lamentable de que el oso polar se comiera ante los ojos de su madre a un niño de un año - al cual la desnaturalizada mujer había permitido alejarse imprudentemente del banco de plaza en que ella se encontraba – o el ataque de las hienas a un cortejo fúnebre en el Cementerio del Buceo con el agravante de que el muerto era un conocido hombre público y que las cámaras de televisión estaban presentes y tomaron los distintos momentos: La disparada de la gente; La caída del cajón y su rotura, y las peleas de las hienas (entre ellas por un lado y con las gaviotas que se sumaron al festín por otro, y que, como bien claro dejamos ante el juez, provenían de la playa y no habían sido liberadas por nuestro movimiento)
El desenlace fue lamentable, sin duda el mundo está gobernado por gente insensible a la problemática animal.
Nuestros adherentes, desalentados por la propaganda negativa que del hecho hicieron los carroñeros de siempre, desaparecieron como por arte de magia (algunos dicen que muchos de ellos se afiliaron a “Rottweillers sin Fronteras”, pero no puedo asegurarlo). El padre de Cecilia mostrando que en definitiva es un ave de rapiña nos retiró el apoyo y ya no nos permitió más usar la barbacoa ni la Montero, alegando que ya bastante le había costado evitar que nos metieran a todos presos.
Hubo entre nuestros integrantes quienes nos negaron y como el avestruz pensaron que escondiendo la cabeza ya nadie los veía.
Y Pedro, demostrando que en definitiva los de su calaña no son más que simples gusanos, al salir de la cárcel, no solo no se apareció a visitarnos nunca más sino que además dejó su viejo oficio y nos clavó su puñal poniendo un medio tanque en Rivera y Rossel y Rius.

Panorama del Cuento Brevísimo

Recorrimos media ciudad para encontrarlo, su fama había trascendido fronteras y el redactor de Letras Orientales nos puso entre la espada y la pared “consiguen la entrevista o son boleta” y sabíamos lo que esto significaba.
“P” era el seudónimo de aquel gran escritor refugiado en una modesta vivienda de Malvín Norte que había llegado a la fama gracias a su notable habilidad para el cuento brevísimo del cual era considerado el mayor cultor.
Su nombre real era Jorge Pi, pero su luego famosa capacidad de síntesis había dado sus primeros destellos al resumir su apellido en una sola letra la cual él mismo pronunciaba según la fonética anglosajona.
Entrevistarlo no fue tarea fácil, era renuente a tales extremos y desde que había cobrado fama daba reportajes solamente por escrito y exigía que el cuestionario fuera contestable utilizando solamente los vocablos “si” o “no” y admitiendo una sola pregunta por vez lo cual dificultaba notoriamente la labor del periodista.
La gente de Narrativa Ciudadana había logrado hacía un tiempo contactarlo y realizarle un reportaje. Iban publicando sus respuestas a medida que se sucedían, creando en sus lectores una expectativa inusual, veamos algunos capítulos:
¿Es usted uruguayo?
No
¿Es usted Americano?
No
¿Es usted europeo?
Si
¿Viene de un país socialista?
No
¿Viene de un país con costas en el mar del Norte?
No
¿Un país con costa en el Mediterráneo?
Si
Finalmente y luego mas de un año de entregas se había logrado conocer que P había nacido en un pequeño pueblo del sur de Italia (el nombre aún se mantiene indescubierto) y que sus padres emigraron a Uruguay siendo él aún un bebé.
Poca información para nuestros voraces lectores.
Así fue que decidimos acampar en la puerta de su casa hasta que nos atendiera y realizar una entrevista como dios manda.
Aquel fue el invierno más crudo de los últimos cincuenta años, pero permanecimos fieles a nuestra promesa aguardando la tan ansiada meta. La gente del barrio se solidarizó y comenzó a arrimarnos comestibles para lo que dio en llamarse la “olla popular de los literatos”. También comenzamos a recaudar algunos fondos (nuestros menguados ahorros habían desaparecido) aprovechando nuestros quince minutos de fama ya que algunos diarios publicaron notas sobre nuestra aventura. Así subíamos a los ómnibus con un casco que nos prestó un obrero y hacíamos un verso sobre la hermandad de la literatura y la construcción que nos daba nada despreciables dividendos. En este punto debemos acotar que solamente nuestra fuerte vocación literaria nos hizo continuar en la brecha ya que el oficio de “casquero” era sin duda mucho mas rentable que el de escritor.
Finalmente una noche la puerta se abrió y el propio P en persona nos dijo “dale Bo, pasen hagan el reportaje y váyansen a la mierda que me tienen repodrido” Nos impactaron inmediatamente el lenguaje y el aliento alcohólico.
Frente a una botella de caña que fue desapareciendo rápidamente logramos el reportaje de nuestras vidas.
Con una forma de hablar seguramente propia de los habitantes de su pueblo de origen allá en Italia fue contestando nuestras preguntas las cuales, querido lector, recordamos en esta nota, la única entrevista dada por P en toda su existencia.
Reportero: Señor P ¿de donde nace su vocación por el cuento brevísimo?
P: Mirá botija, yo escribía algunas cosas y las mandaba a los cosos literarios, pero nunca gané ni una moción, así que me anoté en un curso que daba un coso que fue el que me cantó la justa.
R: ¿Quién era?
P: ¿Quien era quién?
R: El escritor
P: ¿Qué escritor?
Fotógrafo: El coso
P: Ah. Pa, la verdad que no me acuerdo el nombre, Ferrero o algo así.
R: ¿Y de qué forma?
P: De que forma ¿qué?
R: Le iluminó el camino.
P: ¿Qué camino?
F: Le cantó la justa...
P: Aaaaah. Nos leyó un cuento de un tal hemingwuay, que decía algo así como: vendo escarpines sin usar.
R: Un cuento fabuloso.
P: A mi me pareció una mierda, pero el tipo nos empezó a decir que en la literatura es mas importante lo que se insinúa que lo que se dice, que la punta del iceberg, que la brevedad, que si uno dice lo que realmente piensa va muerto, que los personajes no pueden ser mas inteligentes que el autor, un montón de boludeces, vistes?
En ese momento P paró de hablar, estaba chispeante y locuaz pero en algún lado se le había prendido una luz roja. Iracundo nos abrió la puerta indicando la salida, mi compañero interpretando la situación le habló en un tono conciliador:
F: che Pi somo amigo o no somo amigo?, si querés no hablés más pero dejanos tomar la del estribo y nos vamo enseguida.
Lo ablandó, abrió otra botella y al rato había retomado el hilo de sus pensamientos.
P: El asunto fue que me pareció bárbaro lo del cuento corto, mandé un cuento a un concurso de Ancel vía SMS para hacer una prueba. Lo achiqué lo más que pude y empezaba con “había una vez...” pero como yo no tengo celular y usé uno que me prestó un amigo después del “Había” no se que apreté y me puso algo así como “mensaje enviado”. Me calenté y no mandé más nada.
A la semana me llamaron y me dijeron que había ganado el primer premio...
Así empezó la fama de este notable escritor. Sus cuentos generalmente de un sintetismo admirable y en los que generalmente coinciden nombre y texto han recorrido el mundo y son leídos hasta por los lectores menos ávidos.
Ese primer cuento pertenece a su libro “Haber” donde entre otros se encuentran: “He”, “hemos”, “Has”, “Harás”, “Habíamos” y otros como “A ver” y “Haras” (N. de R.: excelente ensayo sobre la problemática equina) que según las palabras expresadas (no exactamente) por el autor son producto de "meros accidentes de tipeo"
Las tertulias discuten hasta largas horas sobre sus ficciones y el gran cuentista nos asombra siempre con una nueva creación.
¿Cual es su mejor cuento? - uuuuuuuuuuuuh Nos dice con su sonrisa perdida y sus ojos en blanco que se abren y cierran para apuntalar la dirección de su paso vacilante antes de caer, en más de un sentido de la palabra, en un sueño que le permitirá poner a punto sus neuronas para engendrar futuras genialidades.


David y Goliat

-Según mis cálculos la batalla debió ser por aquí.
Miguel miraba al profesor sin decir palabra, en definitiva había que seguirle la corriente, decir que sí y seguir generando viáticos.
El lugar era un arroyito de porquería al que habían llegado después de alquilar un auto en Jerusalén , y pasar por lugares como Latrun, Sorek, Re´em o Kfar Menahem que el profesor descubría en los carteles dando gritos de alegría y diciendo
“vamos bien, Miguelito, vamos bien”
Estaban a orillas del Ha Ela, donde aparentemente David había vencido a Goliat y aunque costara creerlo la idea era buscar entre todo aquel pedregal justamente la piedra que se había clavado en la frente del gigante.
-Debe ser más o menos así.
El profesor juntó sus pulgares e índices solapándolos un par de centímetros y le mostró a Miguel el tamaño de piedra que debían buscar, abrió la puerta trasera del auto y apoyó en el lugar su valija sacando el extraño aparato que les permitiría el hallazgo.
-Agarrá el pulverizador y entrá a darle a todas las piedras que veas de ese tamaño así ya empezamos.
La excitación del profesor era indisimulable, le temblaban las piernas y tenía un nudo en la garganta , la hora había llegado.
Miguel, aunque no compartía tanto entusiasmo, no dejaba de sentir una rara sensación mirando al tipo aquel al que evidentemente los tornillos se le habían aflojado, y, por qué no decirlo, un cierto temor por lo que pasaría cuando llegara el momento de la frustración.
Mientras mojaba la zona Miguel pensaba en el día que conoció al profesor en el baño de la facultad de Humanidades y Ciencias donde lo habían contratado para trabajar en el servicio de limpieza.
El tipo había entreabierto la puerta de uno de los gabinetes y miraba hacia todos lados con la clara intención de salir de allí sin que lo vieran, cuando Miguel lo vio entendió el problema y sin decir palabra le alcanzó un rollo de papel higiénico.
El profesor nunca olvidó el gesto y desde ese momento lo saludaba deferentemente e incluso intercambiaba algún comentario con él sobre el tiempo, la situación ruinosa del edificio o la crónica policial.
Un día, a última hora, cuando la facultad estaba casi vacía, hablando sobre alguna de las tantas seriales sobre crímenes y forenses cuyo gusto ambos compartían, Miguel hizo un comentario sobre “la lucecita esa que usan para encontrar huellas de sangre en el lugar del crimen” , y su sorpresa fue grande cuando el “profe” lo invitó a conocer su invento.
Se trataba de un raro aparato parecido a una pistola espacial que al apretar un gatillo emitía una especie de rayo. Tenía un visor con un par de líneas y el profesor le hizo un gesto para que lo acompañara hasta el despacho del rector.
Allí sacó un spray, roció escritorio, silla y alfombra y apuntó el rayo pasándolo por la mesa. En el visor apareció “ Semen.....2007”
El profesor le explicó entonces su invento, que consistía en un producto similar al Luminol - lo que usan los detectives para encontrar huellas de sangre, ya que tiene la propiedad de despedir un color azul al ser iluminado por cierto tipo de rayos - combinado con un detector de carbono 14 que le permitía en forma más o menos precisa conocer la antigüedad de las manchas. Eso era lo que mostraba el visor.
Siguió recorriendo la zona y mientras la palabra Semen se mantenía el año sufría algunas variaciones ...1999” ...2002” ... 2005”...
-Pah....Entonces el rector...¿se está matando a la secretaria? Dijo Miguel
-No . si la hubiera matado aparecería la palabra “Sangre”. Creo que están manteniendo una relación adúltera.
-Aaaah.
Desde ese día el aparato cautivó a Miguel y cuando el profesor le preguntó si tenía libreta de conducir y si querría acompañarlo en una expedición al Medio Oriente, no dudó un segundo en seguirlo.
-Por allí está bien Miguel, vamos a empezar. - Interrumpió sus cavilaciones.
El profesor apuntó la pistola y empezaron a recorrer el lugar, la cantidad de preservativos esparcidos por aquí y por allá demostraban que la tarea no iba a ser fácil
-Puta , justo vinimos a dar al “besódromo” del pueblo, dijo Miguel pero el profesor no lo escuchaba porque en ese momento encontró un “Sangre ......siglo XII” que aunque no era lo que buscaba, le hizo dar un salto de alegría.
-Funciona, Miguelito , funciona.
Aparentemente el lugar había sido desde la antigüedad muy propicio para todo tipo de batallas. En muchos casos encontraban al mismo tiempo marcas de la misma época con sangre y semen, lo cual hacía pensar en el cruel destino de los derrotados.
Sangre y Huesos (la máquina también los detectaba) del siglo XI AC era lo que debían encontrar, ya que según explicó el profesor David había matado a Goliat en esa fecha clavándole una piedra en la frente y por lo tanto la piedra tendría una mitad ensangrentada y una línea “hueso” con restos del frontal del Filisteo.
Lamentablemente luego de algunos primeros hallazgos interesantes la cosa se fue poniendo tediosa, el profesor insistía en que encontrar “esa” piedra era lo que necesitaba para dar el espaldarazo final a su invento y Miguel trataba de convencerlo de buscar otra cosa y también de que la Biblia era pura mentira. Leyéndola le decía:
-Profe: acá dice que el Goliat ese medía tres metros, ¿no se da cuenta que es un verso? ¿Qué? ¿La hundía sin saltar? Pero igual se lo imaginaba defendiendo los colores de su querido Nacional de Básquet.
- Bueno, probablemente Samuel, que fue el que escribió eso, exageró un poco para realzar la figura de David y no dejar mal al ejército de Israel.
- Bue...Muy bien igual no lo deja,
- ....
- Y el pibe mataba leones y osos con 12 o 13 años ¿quién era Johnny Weissmuller? Todo letra.
- No seas atrevido.
- ¿Leyó la de los panes y los peces? Terrible chuco.
- Fue un milagro Miguel.
- Un milagro va a ser que encontremos la piedrita, Profe, busquemos otra cosa.
- ....
La vuelta como suele suceder luego de las derrotas se hizo mucho más larga.
En el aeropuerto de Tel Aviv la morocha que los inspeccionaba, no disimulaba para nada que desconfiaba de ellos (el aspecto después de 20 días de búsqueda a campo tampoco los ayudaba).
Miraba y remiraba los pasaportes y cada cosa que sacaba de las valijas preguntaba:
What is this?
Así fuera un calzoncillo del profesor.
Cuando llegó al aparato ya nuestros amigos se encontraban muy molestos, se habían juntado la frustración, el cansancio, el sueño y la mugre, por suerte la muchacha le dio paso a otro interrogador que sí hablaba español.
El tipo miró la pistola y los miró fijamente con la misma cara que Bush hubiera puesto de encontrar una foto de Bin Laden en la cartera de su esposa.
Pensaban subir con esto a un avión de El Al?
El profesor ya podrido, le sacó la pistola, y casi gritó cuando le explicó rápidamente que era, roció ante la mirada atónita del tipo - y de otros varios, entre ellos Miguel - una piedra del cantero del aeropuerto y le disparó a mansalva.
“Sangre... Siglo XI AC”.... “Hueso siglo XI AC” alternaba el aparato.
El profesor quedó petrificado, la piedra de forma esférica tenía claramente un circulo de “hueso” y una mitad de “sangre”
Es ella, Miguelito, es ella... dijo con voz trémula
Saltos, gritos, confusión, fuerzas policiales rodeando a nuestros héroes, las palabras “David” “Goliat” el nudo en la garganta que les impedía hablar y la rápida decisión de Miguel de aprovechar sus conocimientos de “dígalo con mímica” para explicarle a la veintena de agentes que ya los rodeaban que estaban probablemente ante la piedra más famosa de la historia.
Antes que la actuación culminara con el corte de la cabeza del gigante, Miguel ya estaba esposado y maniatado, mientras el profesor sacaba a relucir una fuerza descomunal que obligó a reducirlo mediante golpes, torceduras de brazo, picana, submarino y otros vejámenes.
Unos días después el embajador uruguayo les comunicó que finalmente se podrían ir, el arma había sido destrozada en la reyerta y la piedra no se sabía donde había ido a parar (tampoco se preocupó nadie por buscarla).
El embajador al despedirlo le dijo al profesor que el estado de Israel les había prohibido la entrada de por vida pero que no se preocupara, que él iba a encontrar la piedra, que la iba a poner a buen recaudo, que se la iban a mandar a Montevideo por Correo Expreso o Valija Diplomática, que no dudaba de que se trataba de la misma piedra que tiró David, que Bla bla bla.
- Ustedes vayan tranquilos, que en cuanto se termine el conflicto éste con los Palestinos me encargo del tema.
Levantó la mano y los despidió con una sonrisa tan amplia como falsa.

Colinas

La estación de ómnibus parecía encontrarse en el medio de la nada, No había donde resguardarse del sol, salvo por el alero de la edificación donde funcionaba el pequeño bar.
Tres hombres soportaban el calor del verano bajo aquel techo, mirando las colinas alargadas y blancas que se veían al otro lado del valle.
Dos de los hombres, de aproximadamente la misma edad, hablaban entre ellos en inglés, uno claramente americano y el otro, aunque correctamente, lo hacía con un acento que demostraba una lengua materna diferente.
- Parece que tenemos varias cosas en común - dijo este último, cuyo aspecto atildado dejaba adivinar una vida sin sobresaltos.
El otro parecía el tipo de gente más propenso a la acción que a la contemplación.
El tercer hombre no hablaba, parecía absorto en la lectura de un diario, solo cortada de tanto en tanto por una rápida observación de todo el entorno.
La conversación siguió su camino, había que matar la espera y fue pasando por experiencias de viajes, literatura fantástica o por las distintas formas de encarar un cuento.
- Descubrir una idea, darle forma y luego despojar el resultado de todo lo que no sea necesario- Decía el hombre atildado.
-
- Simular pequeñas incertidumbres: ya que si la realidad es precisa la memoria no lo es. Hay que narrar los hechos como si no los entendiese del todo.
-
El segundo hombre descubrió que ya no soportaba la arrogancia de su interlocutor.
- ¿No cree que el secreto de la sabiduría es la humildad? preguntó
- ....
- Veo que le gusta demostrar su cultura e inteligencia. Seguramente es de los que escribe para aquellos lectores que se sienten por encima de la media, o quizás de los que escriben clásicos que todo el mundo admira pero nadie lee.
- ¿Que es lo que a Usted le gusta?... Además de incomodar por supuesto.
- Mmmm… me gusta intentar cosas que están más allá de mi alcance.
- Preguntaba por lo que le gusta leer. Descubro a las personas por lo que leen y no por lo que escriben.
- Bueno,… me gusta leer cosas que dejen vacíos. Me gusta ser yo quien deba llenarlos.
- Los límites entre dejar vacíos y escribir cosas incomprensibles son a veces difusos.
- Puede pasar, yo mismo me encuentro a veces con interpretaciones de mis cuentos que nunca pasaron por mi cabeza y que hasta son más interesantes que la idea original.
- Probablemente…
-
La conversación parecía terminada, los dos hombres ya se habían conocido lo suficiente como para que esto fuera así y ambos preferían demostrar al otro un fingido aburrimiento.
El tercer hombre dejó de lado el diario y su actitud desconfiada, parecía tener ganas de hablar y aquellos hombres no parecían ser del tipo que hace que uno se arrepienta de lo que pueda llegar a decir.
Suspiró y sin importarle si lo entendían o no, dijo en español:
- Nada da marcha atrás, de una forma u otra siempre pagamos por lo que hacemos ...
El silencio con que fueron seguidas sus palabras lo animó a continuar:
- Si el pasado se volviera a repetir, uno seguramente actuaría de la misma manera. En definitiva todos elegimos nuestras desgracias…
-
- Hace tiempo ya que perdí la alegría, seguramente el mismo día en que me di cuenta de que había perdido la bondad.
-
- Siempre tuve la certeza de que lo correcto es ponerse detrás del hombre que dispara, pero pasado el tiempo uno termina negando sus propias certezas…
-
- Uno siempre se parece a sus enemigos. Sabe como piensan y actúan. En definitiva.. ya conoce el final de la película.
-
- Quisiera pensar que el olvido es suficiente venganza o hasta un definitivo perdón, pero ¿Quién va a venir a informarme que me ha olvidado?
-
- Alguna de estas noches, llegaré nuevamente a un lugar donde nadie me espere, me alojaré en alguna pensión de mala muerte y los aguardaré, sabiendo que en definitiva, cuando lleguen, podré por primera vez en mucho tiempo apoyar mi cabeza en la almohada y descansar tranquilo.
En aquel momento se acercó a la estación un autobús, el hombre se levantó, masculló un “bueno, palabras que se lleva el viento…” y se marchó.
El diario quedó sobre el banco, abierto en la página de los avisos fúnebres.
Los dos hombres lo miraron, observaron el autobús que se iba, levantando polvareda, y decidieron seguir en la contemplación de aquellas colinas que parecían elefantes blancos.
Mentalmente llenaban los vacíos de un cuento cuyo final ambos ya conocían.

Nota del Autor

Presencié esta escena trabajando en un bar de la Costa Blanca. Reconocí a los tres personajes en distintos artículos que leí tiempo después. Uno salió en policiales luego de haber sido ultimado por sicarios, otro por ser él mismo quien se quitó la vida y otro por morir sin haber logrado el premio Nóbel de literatura.
De una u otra forma todos escribimos la misma historia.

La letra con sangre entra

Cuando Juan le preguntó a un niño de 1er. Año lo que pensaba sobre los maestros, éste le contestó “los maestros nos explican las cosas”. El pensó que el niño había usado la palabra “explican” en lugar de “enseñan” en un error lógico para su edad, pero después le recorrió un frío por la espalda cuando pensó que lo que había dicho era “los maestros no se explican las cosas” y que era él, el que había cometido un error lógico para su edad.
Hacía tiempo que Juan se venía cuestionando la elección de su profesión, el maestro había perdido aquella aura que lo rodeaba y hoy en día cada vez se le exigía más y se le pagaba menos.
Las escuelas privadas eran negocios, las clases mercadería a vender, y los padres de los alumnos-clientes exigían que el maestro “educara” al niño enseñándole todo lo que en la casa nadie se preocupaba porque aprendieran.
Los niños a su vez tenían esa sensación prepotente que da el hecho de saber que de su bolsillo sale el sueldo de alguien y que éste debe soportar impertinencias porque necesita ese dinero para vivir. El destrato hacia algunos de sus colegas era cada vez más marcado; la exigencia de los alumnos del respeto de sus derechos y el olvido de sus deberes venían muchas veces fomentados desde sus propias casas, y los padres y maestros habían dejado hacía rato de ser aliados en la educación.
Por supuesto que esto se acentuaba en aquel colegio donde Juan cumplía funciones, ya que a pesar de los bajos salarios, estaba orientado al segmento de marketing de mejor poder adquisitivo, que generalmente no está compuesto por la parte de la sociedad de mayor inteligencia, don de gentes, o comprensión, sino todo lo contrario: Inescrupulosos, explotadores, traficantes y otros “selectos” tipos de personas componían los “clientes” de aquella institución.
Los directores, sintonizados en esta óptica, eran el eslabón mas desagradable de la cadena, ya que debían congeniar la pregonada actitud pedagógica que sustentaba su modelo educativo con la silenciosa labor comercial que sustentaba su modelo económico, lo cual los llevaba a defender permanentes incoherencias y a obligar a los docentes a hacer cosas que la pedagogía jamás admitiría.
Así pasaban de grado alumnos incalificables, ante la sola amenaza de algún padre de retirarlos del colegio en caso contrario, o una actividad era descalificada porque “no estaba de acuerdo con la filosofía del colegio” (eufemismo que muchas veces significaba directamente que esa actividad “no vendía”), o simplemente un maestro era llamado al orden a pedido de algún padre por “haberle hablado fuerte a su hijo”.
Juan notaba que desde hacía años había ido renunciando a muchas cosas. A no tener miedo a decir lo que pensaba, a no hacer lo que entendía incorrecto, a no responder como se debía cuando un padre le recriminaba groseramente por alguna cosa que a veces ni siquiera era responsabilidad suya, y trocaba la actitud que el caso merecía por una sonrisa complaciente y algunas palabras amables.
Pero ese día en la reunión de padres Juan notaba que su cabeza estaba distinta, aquella vieja frase reivindicativa del castigo físico “La letra con sangre entra” le daba vueltas por la cabeza y hoy no le parecía tan disparatada , su sonrisa no apareció y su mirada no fue tan agradable durante toda la noche, menos aún cuando el papá de Pablito -presidente de la asociación de padres al que ya había tenido que soportar en varias oportunidades- sentado en la primera fila, se paró en plena reunión y haciendo gala de su cáscara de conocimientos le preguntó si para enseñar utilizaba métodos inductivos o deductivos , analógicos o comparativos, dogmáticos o heurísticos ?.
Juan lo miró..., por la cabeza le pasaron sus 20 años de enseñanza, miró a la directora, a los otros maestros, a los coordinadores, esbozó su primera sonrisa de la noche...
No, este año voy a usar el método de la BBC que creo que es el que mejor se adecua a este colegio.
Luego de varios intercambios de miradas y un silencio general, el padre volvió a hablar informando que desconocía ese método y que estaba esperando una explicación.
Muy sencillo - dijo Juan - el método de la BBC (debería haber dicho BVC pero Juan al hablar no hacía esa diferencia fonética) consiste en que tanto a los alumnos como a sus padres cuando se ponen muy pesados se les pega un “ Buen Voleo en el Culo”, Y vos vas a ser el primero en conocerlo .... Salió rápido hacia donde se encontraba el tipo y uniendo la palabra con el hecho lo agarró del cuello, lo dio media vuelta, le curvó la espalda y le pegó tal patada que tuvieron que salir en la noche a buscarlo con linternas.
Hoy Juan atiende un almacén en un barrio pobre, despacha solamente si le piden las cosas con buenos modales y tiene la casa abierta fuera de hora para darle una mano a todos aquellos que se acercan a él conociendo su profesión para pedirle ayuda.
Y piensa que el método BVC, en definitiva, mejora la calidad de vida.

M.D.

-Otro juicio por mala praxis
- Estamos gastando más en abogados que en médicos.
Aquel era el tercer juicio que el hospital soportaba en menos de un mes. Era cada día más común que los parientes de los pacientes muertos iniciaran demandas. Los repartidores de tarjetas atropellaban en los velatorios y le comunicaban a cuanto deudo les pasaba cerca que su abogado era infalible.
Los doctores, aterrados, antes de diagnosticar un resfriado internaban al paciente una semana, le hacían resonancia magnética, tomografía computada y un papanicolau por las dudas. Conclusión: no había camas, ni tiempo para atender a nadie. La gente llegaba y se moría en la puerta y la extremaunción se la daban los famosos “tarjeteros” diciendo un “muérase tranquilo que el Dr. Chantelli les hace un agujero y su familia se para pa´toda la vida”. Los tipos morían con una sonrisa agradecida.
- La solución es poner unidades de diagnóstico en todos los hospitales.
La idea salió de un asesor del Ministerio de Salud Pública. El Ministro era un ferviente admirador de las seriales americanas y en particular del Dr. House, por lo cual le pareció una idea brillante.
El resto de los asesores pensaron que era una pelotudez, pero como su tarea de asesores consistía en dar argumentos que validaran las propuestas del Ministro, se mostraron gratamente sorprendidos e inmediatamente asesoraron: “Se deben formar equipos formados por un líder loco pero genial, dos médicos que sean buenos y una doctora que esté buena”
Finalmente y ante algún que otro reparo por parte de algunos Ministros del Consejo, se decidió hacer un plan piloto. Para ello se llamó a concurso y se proveyeron los cargos en un hospital seriamente castigado por las demandas. Se consiguieron dos médicos de alto grado, atraídos por sueldos fuera de escala en la administración, y una doctora joven, seria y muy bonita, tal cual solicitaba el aviso de prensa, que pedía incluir en el curriculum foto y medidas.
El problema fue con el jefe del equipo, ya que debido a la costumbre vigente en el país debía ser un cargo de confianza, ganar menos que sus subordinados y tener sólidos antecedentes partidarios, por encima de los profesionales.
Finalmente el nombramiento recayó en el doctor Scigliani.
¿Y este quién es? - se preguntaban en los ámbitos académicos.
El doctor Scigliani era un doctor a secas, no se le conocía especialización. Estaba en el Ministerio porque un pariente lo había colocado cuando recién se recibió y se caracterizaba por su total afinidad política y su lealtad a prueba de balas independientemente del partido que estuviera en el gobierno.
Últimamente había hecho algún sumario a doctores que no eran del agrado del Ministro, había conseguido “pruebas” y “testigos” y había logrado eliminar a los adversarios molestos. Había demostrado su idoneidad.
Cuando lo invistieron, sus primeras declaraciones ante la consulta de un periodista fueron: “atendeme una cosa, conmigo se acabaron los juicios, ahora se acabó la joda. Política de puertas abiertas y diagnósticos de primera.”
Por fin llegó el día. El doctor vio todos los episodios de las primeras cinco temporadas de Dr. House y supo que ya estaba pronto. Llegó al hospital apoyándose en un paraguas plegable (pero desplegado) que apoyaba en el piso a guisa de bastón, luciendo una raída campera de cuero y dejando en el estacionamiento una Hondita 50 que alquiló por mes en un balneario cercano.
El primer paciente estaba ya en tratamiento intensivo y los médicos se reunieron, con el historial en la mano, para comenzar su trabajo.
Scigliani apenas lo miró:
- Atendeme una cosa… Sarcoidosis.- dijo triunfal
- La radiografía de tórax está limpia…
El doctor Scigliani no se amilanó
- Atendeme una cosa, entonces es Amiloidosis
- No hay pérdida de peso, ni cansancio, ni hinchazón en los pies…
- Atendeme una cosa, ¿Lupus? – Scigliani parecía dudar pero mantenía la firmeza de quien se sabe timonel de la embarcación.
- No puede ser. No hay ni sarpullido, ni sensibilidad al sol, ni…
- Quería ver como andaban. Ya veo que no se comen ninguna y … atendeme una cosa ¿no será enfermedad de Wilson?
- No hay síntomas.
El barco naufragaba inexorablemente.
El grupo de diagnóstico se mantuvo reunido varias horas. El doctor Scigliani sacó finalmente una lista de enfermedades que había confeccionado con la ayuda del televisor y cortó por lo sano pasando lista directamente de cada una de ellas y esperando la respuesta del grupo que las iba descartando una a una. La idea le pareció brillante y decidió patentarla como método de diagnóstico propio. Lo comunicó a sus asesores. Uno de ellos expresó su escepticismo, pero aceptó, sugiriendo que no sería malo, para acelerar el proceso, el evitar el “atendeme una cosa” antes de cada Item. Scigliani tomó la idea como un valioso aporte pero no pudo evitar seguir con el latiguillo.
Un par de horas después Scigliani propuso: “Atendeme una cosa: Apendicitis”
- Por fin!!!! - exclamaron a coro sus colegas.
En ese momento un enfermero concurrió a informarles que el paciente había muerto por lo que parecía ser una peritonitis extendida.
- No les dije - exclamó Scigliani visiblemente complacido - estábamos en la pista, atendeme una cosa. Y subrayó especialmente estas últimas palabras.
Aquel primer éxito no fue suficiente para complacer las expectativas del líder. Haciendo gala de una profunda autocrítica al día siguiente informó cuál era a su entender la causa por la cual el diagnóstico no había sido de utilidad para salvar la vida del paciente.
- Atendeme una cosa, el problema fue la rapidez del diagnóstico, porque ¿Qué tenía?
- ??? apendicitis
- Atendeme una cosa ¿con que letra empieza?
- ??? Con A
- Te dás cuenta. Atendeme una cosa hay que pasar la lista pero por orden alfabético y chau.
Para consumar el golpe de efecto se fue hasta la cafetería apoyándose en su paraguas.
……..
- Realmente el caso presenta puntas complicadas…
El comisario Bermúdez recorría la escena del crimen rescatando elementos que sirvieran como pruebas, las que colocaba en bolsas para freezer compradas en el supermercado. Enfundaba sus manos en guantes descartables que tomó de una caja que estaba sobre el escritorio del Dr. Scigliani. Estos le daban un aire de investigador pocas veces visto por los agentes de la comisaría 3ª.
- Parece haber querido dejarnos una pista.
Ahora era el agente Fernández quien hablaba.
- Sí, eso parece.
- Yo vi en alguna película algo parecido, comisario.
- ¿Ah si?
- Afirmativo, el muerto escribía la pared con su propia sangre.
El muerto no era otro que el Dr. Scigliani.
Las sospechas recaían sobre varias personas, como en una novela de Agatha Christie: Los médicos de su grupo, los parientes de sus pacientes, los sumariados y despedidos gracias a su avidez inquisidora y sus dotes de “fabricador” de pruebas. Luego de un análisis primario sólo podían descartarse la mayoría de sus pacientes por estar a esa altura irremediablemente occisos.
Pero el hecho de que la víctima hubiera escrito la pared con su propia sangre, estaba dando una pista que sin duda intentaba indicar quién era el asesino. En trance de muerte es probable que el doctor hubiera hecho un rápido racconto de su vida, un balance de sus momentos buenos y malos, un breve repaso de los acreedores a los que felizmente nunca les pagaría y de los malditos deudores que se verían librados de sus obligaciones. Pero sin duda ninguno de estos puntos ameritaba meter un dedo en el orificio de entrada de la herida de bala que lo finiquitaría, para dejar escrita la frase que delatara al feroz asesino.
La tarea no sería fácil de todas maneras para el comisario Bermúdez.
La frase escrita con sangre en la pared, mostraba trazos que perdían nitidez en la medida en que los últimos estertores de la muerte producían movimientos reflejos que afectaban el pulso del doctor.
No obstante, y luego de una dura labor deductiva, el comisario logró descifrar aquella frase que delataba las imágenes que dominaron los últimos momentos de conciencia del galeno y que, lamentablemente, de poco le ayudaría para resolver el caso
En el muro decía: Atendeme una cosa el asesino es ……..