M.D.

-Otro juicio por mala praxis
- Estamos gastando más en abogados que en médicos.
Aquel era el tercer juicio que el hospital soportaba en menos de un mes. Era cada día más común que los parientes de los pacientes muertos iniciaran demandas. Los repartidores de tarjetas atropellaban en los velatorios y le comunicaban a cuanto deudo les pasaba cerca que su abogado era infalible.
Los doctores, aterrados, antes de diagnosticar un resfriado internaban al paciente una semana, le hacían resonancia magnética, tomografía computada y un papanicolau por las dudas. Conclusión: no había camas, ni tiempo para atender a nadie. La gente llegaba y se moría en la puerta y la extremaunción se la daban los famosos “tarjeteros” diciendo un “muérase tranquilo que el Dr. Chantelli les hace un agujero y su familia se para pa´toda la vida”. Los tipos morían con una sonrisa agradecida.
- La solución es poner unidades de diagnóstico en todos los hospitales.
La idea salió de un asesor del Ministerio de Salud Pública. El Ministro era un ferviente admirador de las seriales americanas y en particular del Dr. House, por lo cual le pareció una idea brillante.
El resto de los asesores pensaron que era una pelotudez, pero como su tarea de asesores consistía en dar argumentos que validaran las propuestas del Ministro, se mostraron gratamente sorprendidos e inmediatamente asesoraron: “Se deben formar equipos formados por un líder loco pero genial, dos médicos que sean buenos y una doctora que esté buena”
Finalmente y ante algún que otro reparo por parte de algunos Ministros del Consejo, se decidió hacer un plan piloto. Para ello se llamó a concurso y se proveyeron los cargos en un hospital seriamente castigado por las demandas. Se consiguieron dos médicos de alto grado, atraídos por sueldos fuera de escala en la administración, y una doctora joven, seria y muy bonita, tal cual solicitaba el aviso de prensa, que pedía incluir en el curriculum foto y medidas.
El problema fue con el jefe del equipo, ya que debido a la costumbre vigente en el país debía ser un cargo de confianza, ganar menos que sus subordinados y tener sólidos antecedentes partidarios, por encima de los profesionales.
Finalmente el nombramiento recayó en el doctor Scigliani.
¿Y este quién es? - se preguntaban en los ámbitos académicos.
El doctor Scigliani era un doctor a secas, no se le conocía especialización. Estaba en el Ministerio porque un pariente lo había colocado cuando recién se recibió y se caracterizaba por su total afinidad política y su lealtad a prueba de balas independientemente del partido que estuviera en el gobierno.
Últimamente había hecho algún sumario a doctores que no eran del agrado del Ministro, había conseguido “pruebas” y “testigos” y había logrado eliminar a los adversarios molestos. Había demostrado su idoneidad.
Cuando lo invistieron, sus primeras declaraciones ante la consulta de un periodista fueron: “atendeme una cosa, conmigo se acabaron los juicios, ahora se acabó la joda. Política de puertas abiertas y diagnósticos de primera.”
Por fin llegó el día. El doctor vio todos los episodios de las primeras cinco temporadas de Dr. House y supo que ya estaba pronto. Llegó al hospital apoyándose en un paraguas plegable (pero desplegado) que apoyaba en el piso a guisa de bastón, luciendo una raída campera de cuero y dejando en el estacionamiento una Hondita 50 que alquiló por mes en un balneario cercano.
El primer paciente estaba ya en tratamiento intensivo y los médicos se reunieron, con el historial en la mano, para comenzar su trabajo.
Scigliani apenas lo miró:
- Atendeme una cosa… Sarcoidosis.- dijo triunfal
- La radiografía de tórax está limpia…
El doctor Scigliani no se amilanó
- Atendeme una cosa, entonces es Amiloidosis
- No hay pérdida de peso, ni cansancio, ni hinchazón en los pies…
- Atendeme una cosa, ¿Lupus? – Scigliani parecía dudar pero mantenía la firmeza de quien se sabe timonel de la embarcación.
- No puede ser. No hay ni sarpullido, ni sensibilidad al sol, ni…
- Quería ver como andaban. Ya veo que no se comen ninguna y … atendeme una cosa ¿no será enfermedad de Wilson?
- No hay síntomas.
El barco naufragaba inexorablemente.
El grupo de diagnóstico se mantuvo reunido varias horas. El doctor Scigliani sacó finalmente una lista de enfermedades que había confeccionado con la ayuda del televisor y cortó por lo sano pasando lista directamente de cada una de ellas y esperando la respuesta del grupo que las iba descartando una a una. La idea le pareció brillante y decidió patentarla como método de diagnóstico propio. Lo comunicó a sus asesores. Uno de ellos expresó su escepticismo, pero aceptó, sugiriendo que no sería malo, para acelerar el proceso, el evitar el “atendeme una cosa” antes de cada Item. Scigliani tomó la idea como un valioso aporte pero no pudo evitar seguir con el latiguillo.
Un par de horas después Scigliani propuso: “Atendeme una cosa: Apendicitis”
- Por fin!!!! - exclamaron a coro sus colegas.
En ese momento un enfermero concurrió a informarles que el paciente había muerto por lo que parecía ser una peritonitis extendida.
- No les dije - exclamó Scigliani visiblemente complacido - estábamos en la pista, atendeme una cosa. Y subrayó especialmente estas últimas palabras.
Aquel primer éxito no fue suficiente para complacer las expectativas del líder. Haciendo gala de una profunda autocrítica al día siguiente informó cuál era a su entender la causa por la cual el diagnóstico no había sido de utilidad para salvar la vida del paciente.
- Atendeme una cosa, el problema fue la rapidez del diagnóstico, porque ¿Qué tenía?
- ??? apendicitis
- Atendeme una cosa ¿con que letra empieza?
- ??? Con A
- Te dás cuenta. Atendeme una cosa hay que pasar la lista pero por orden alfabético y chau.
Para consumar el golpe de efecto se fue hasta la cafetería apoyándose en su paraguas.
……..
- Realmente el caso presenta puntas complicadas…
El comisario Bermúdez recorría la escena del crimen rescatando elementos que sirvieran como pruebas, las que colocaba en bolsas para freezer compradas en el supermercado. Enfundaba sus manos en guantes descartables que tomó de una caja que estaba sobre el escritorio del Dr. Scigliani. Estos le daban un aire de investigador pocas veces visto por los agentes de la comisaría 3ª.
- Parece haber querido dejarnos una pista.
Ahora era el agente Fernández quien hablaba.
- Sí, eso parece.
- Yo vi en alguna película algo parecido, comisario.
- ¿Ah si?
- Afirmativo, el muerto escribía la pared con su propia sangre.
El muerto no era otro que el Dr. Scigliani.
Las sospechas recaían sobre varias personas, como en una novela de Agatha Christie: Los médicos de su grupo, los parientes de sus pacientes, los sumariados y despedidos gracias a su avidez inquisidora y sus dotes de “fabricador” de pruebas. Luego de un análisis primario sólo podían descartarse la mayoría de sus pacientes por estar a esa altura irremediablemente occisos.
Pero el hecho de que la víctima hubiera escrito la pared con su propia sangre, estaba dando una pista que sin duda intentaba indicar quién era el asesino. En trance de muerte es probable que el doctor hubiera hecho un rápido racconto de su vida, un balance de sus momentos buenos y malos, un breve repaso de los acreedores a los que felizmente nunca les pagaría y de los malditos deudores que se verían librados de sus obligaciones. Pero sin duda ninguno de estos puntos ameritaba meter un dedo en el orificio de entrada de la herida de bala que lo finiquitaría, para dejar escrita la frase que delatara al feroz asesino.
La tarea no sería fácil de todas maneras para el comisario Bermúdez.
La frase escrita con sangre en la pared, mostraba trazos que perdían nitidez en la medida en que los últimos estertores de la muerte producían movimientos reflejos que afectaban el pulso del doctor.
No obstante, y luego de una dura labor deductiva, el comisario logró descifrar aquella frase que delataba las imágenes que dominaron los últimos momentos de conciencia del galeno y que, lamentablemente, de poco le ayudaría para resolver el caso
En el muro decía: Atendeme una cosa el asesino es ……..

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